sábado, 26 de abril de 2008

118. ¡SSSSH!

Al hablar de alguien...
Si lo que vas a decir puede herir… Olvídalo… ¡Mejor Calla!
Si lo que va a salir de tu boca, es para maldecir… ¡Mejor Calla!
Si lo que estas por decir va a acabar con la honra de alguien…
¡Mejor Calla!
Si lo que vas a decir son rumores sin fundamentos… Olvídalo…
¡Mejor Calla!
Si al hablar juzgas a tus semejantes… ¡Mejor Calla!

Calumnias, mentiras, chismes…
Si eso es lo que te mueve al hablar…
¡Ten Cuidado, recuerda que como juzgas serás juzgado,
y como tratas serás tratado!

Piensa… en algún momento tu puedes ser el blanco de esas patrañas,

y entonces… sabrás lo que es quemarse con el veneno que sale de una boca maliciosa.

Cuando hables, habla cosas que bendigan, no que maldigan, si no es así, ¡Ssssh!
¡Mejor Calla!

Si se ríen de ti por ser diferente… ríete de los demás por ser iguales…
¡SSSSH!

miércoles, 23 de abril de 2008

117. Feliz "Sant Jordi"



Es un día precioso!!!

jueves, 10 de abril de 2008

116. TÁCTICA Y ESTRATEGIA

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos

mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos

mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos

mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple

mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

Mario Benedetti
(14/09/1920 ensayista, escritor y poeta uruguayo integrante de la Generación del 45)

115. Lo que la lluvia se llevó

Una hormiguita, como toda buena hormiga era trabajadora y servicial. Se la pasaba acarreando hojitas de día y de noche casi no tenía tiempo para descansar.
Y así transcurría su vida, trabajando y trabajando. Un día fue a buscar comida a un estanque que estaba un poco lejos de su casa, y para sorpresa al llegar al estanque vio como un botón de lirio se abría y de él surgía una hermosa y delicada florecita. Se acercó...
-Hola. ¿Quién eres...?
La florecita contestó:
-Soy un lirio.
-¿Sabes que eres muy bonito?, dijo la hormiguita.
-Gracias. Tú eres muy simpático, ¿qué eres...?
-Soy una hormiga. Gracias también.
Y así la hormiguita y el lirio siguieron conversando todo el día, haciéndose grandes amigos. Cuando iba a anochecer la hormiga regresó a su Casa, no sin antes prometer al lirio que volvería al día siguiente.
Mientras iba caminando a Casa, la hormiga descubrió que admiraba a su nuevo amigo que lo quería muchísimo y se dijo:
-Mañana Le diré que me encanta su forma de ser, mañana.
Y el lirio al quedarse solo se dijo:
-Me gusta la amistad de la hormiga, mañana cuando venga se lo diré.
Pero el día siguiente la hormiguita se dio cuenta de que no había trabajado nada el día anterior.
Así que decidió quedarse a trabajar y se dijo:
-Mañana iré con el lirio. Hoy no puedo, estoy demasiado ocupada, mañana le diré que lo extraño.
Al día siguiente amaneció lloviendo, y la hormiga no pudo salir de su Casa y se dijo:
-Que mala suerte, hoy tampoco veré al lirio.
Bueno, no importa, mañana Le diré todo lo especial que es para mí.
Y al tercer día la hormiguita se despertó muy temprano y se fue al estanque, pero al llegar encontró al lirio en el suelo, ya sin vida. La lluvia y el viento habían destrozado su tallo.
Entonces la hormiguita pensó:
-Que tonta fui, desperdicié demasiado tiempo; MI amigo se fue sin saber todo lo que lo quería... En verdad me arrepiento.
Y así fue como ambos nunca supieron lo importante que eran.
No esperes el final de TU vida para arrepentirte.
No esperes el mañana para soñar, y por ningún motivo dejes de decirle a una persona que la quieres.
Autor desconocido

miércoles, 2 de abril de 2008

114. El seminarista de los ojos negros

Hace unos días, buscando en el baúl de mis recuerdos encontré esta bella poesía, que hace muchos, muchos años no veía:

Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.

Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.

Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: —¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de inverno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.

Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.
La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos...
tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos...
el seminarista de los ojos negros.

Corriendo los años, pasó mucho tiempo...
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.

Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros...

Miguel Ramos Carrión
dramaturgo, periodista y humorista español
(Zamora, 1848 - Madrid, 1915)