viernes, 24 de febrero de 2012

275. Corriendo Aprendí

En una reciente carrera nos regalaron una revista especializada en Deporte y me llamó mucho la atención la publicación que comparto a continuación.
Después la encontré en el blog de su autora. Una mujer que corre desde 1978 a 2009 y con unas marcas impresionantes... Felicitaciones desde aquí.


Corriendo aprendí que la tensión en mis músculos distendía la confusión que vivía en mi cerebro.
Corriendo aprendí que el sufrimiento que descosía por fuera mi cuerpo entero, remendaba por dentro mis entretelas.
Corriendo aprendí que el gesto huraño que adornaba a veces mi cara, relajaba el mal humor que albergaba en mi interior.
Corriendo aprendí que no llegar la primera me brindaba la ocasión para volver a intentarlo.
Corriendo aprendí que seguir cuando todo estaba en contra era un refuerzo de mi autoestima.
Corriendo aprendí que cuando la fatiga física me plantaba cara yo ganaba la partida a las agonías de mi mente.
Corriendo aprendí que cuando mis piernas se dañaban nacía una firme voluntad que las reparaba.
Corriendo aprendí que los dolores que me acompañaban no eran sino anestesia para mis sinsabores.
Corriendo aprendí que los pesares por no alcanzar un reto avivaban los rescoldos para futuros proyectos.
Corriendo aprendí que los pasitos cortos también me llevaban a lejanos paraísos.
Corriendo aprendí a dominar largamente los ritmos lentos, y estos me conquistaron y cuando estuve preparada para cadencias más rápidas, éstas me subyugaron y aprendí a disfrutar de la prisa por no llegar a ningún lado.
Corriendo aprendí a apetecer el descanso pero enseguida volvía pues anhelaba el cansancio.
Corriendo aprendí a desear que el esfuerzo humedeciera mi frente, sin necesitad de que el sol saliera o que las nubes lloraran.
Corriendo aprendí que cada gota de sudor regaba de ideas mi imaginación, que mi respiración agitada expulsaba mi sinvivir, que el frecuente jadear alejaba inútiles pensamientos.
Corriendo aprendí que pese a quedar sin aliento no se escapaba mi vida sino que, bien al contrario, cobraba mayor valor.
Corriendo aprendí a rodearme de números, a arañar unos segundos, a aquilatar los minutos, a progresar en el tiempo.
Corriendo aprendí a vivir midiendo distancias, a apurar incertidumbres, a capear temporales para llegar a mí misma.
Corriendo aprendí a patear los caminos, a doctorarme en sus sendas, a averiguar sus secretos, a desechar los atajos, a repostar en las fuentes, a reposar en los claros.
Corriendo aprendí a encontrar en cada árbol la oportunidad de una sombra y evitar en cada raíz la posibilidad de un tropiezo.
Corriendo aprendí que el duermevela constante que algunas noches padecía era tan sólo antesala para nuevos desafíos.
Corriendo aprendí que el recuerdo vespertino de los rigores sufridos allanaban el trayecto a esperanzas venideras.
Corriendo aprendí que cada pisada que daba descorría el tupido velo que me impedía vencer el estúpido desasosiego.
Corriendo aprendí que mi instinto resolvía los dislates que la razón no sabía o las cuitas que mi alma desconocía.
Corriendo aprendí que el corazón que en mí latía desalojaba en sus sístoles todos los malos farios para acoger en sus diástoles todas las buenas nuevas.
Y así, corriendo y corriendo, aprendí a vivir al día, a abrir los ojos al mundo, a conocer alegrías.

Aurora Pérez (Publicado en Runners World -Noviembre-2011)

Fuente:
http://aupegu.blogspot.com/

sábado, 18 de febrero de 2012

274. La maravilla del silencio



En el silencio reside la habilidad de escuchar:
escucharnos y escuchar a los demás.
Escuchar es un arte olvidado.
Sin él, no podemos comunicarnos
ni relacionarnos con los demás.
Necesitamos aprender a escuchar.
Sentarnos en silencio
nos permite escucharnos y comprender.
Este silencio es capaz de sanar.
Las preocupaciones y el dolor
se pueden curar cuando nos escuchamos.
Por medio del silencio interno
recibimos la fortaleza para sanar.
Escuchar genuinamente significa
que podemos percibir la realidad interior.
En el silencio nos ponemos en contacto
con nuestro verdadero ser.
Si estamos tranquilos y en silencio,
si entramos en nuestro interior,
podemos experimentar nuestra bondad original,
nuestro verdadero ser.
El ego, la ira, el temor y los deseos erróneos
han creado las diversas enfermedades
de nuestra mente y nuestro corazón.
Estas enfermedades
no son parte de nuestro verdadero yo,
y hemos creído en ellas durante demasiado tiempo.
La combinación de nuestra bondad original
con esta negatividad adquirida
ha generado una gran confusión.
Para separarlas y acabar
con esta enfermedad de la negatividad
necesitamos las cualidades de nuestro ser original,
en especial las cualidades del amor y la paz.

Brahma Kumaris

lunes, 6 de febrero de 2012

273. Alma gemela


Debe ser maravilloso saber, que desde siempre, alguien nos fue señalado para que pudiera compartir con nosotros, nuestros sueños más acariciados y profundos.

Alguien cuyo rostro no conocíamos, hasta que lo vimos por vez primera, y supimos entonces que estábamos frente a nuestra alma gemela.

Alguien de quien hicimos ensoñaciones desde el despertar mismo de nuestra vida, y que se presentó con multifacéticos perfiles en nuestra adolescencia y en cuyos rostros pasajeros muchas veces nos confundimos, pero que sin embargo nos ayudaron finalmente a encontrar nuestra anhelada y perfecta compañía.

Alguien en quien un hada fantástica dibujo la sonrisa que soñamos, el abrazo que presentimos y las ansias que un día compartiríamos.

Debe ser maravilloso pensar que, en el cruce casi infinito de seres humanos que encontraríamos en nuestro camino, estaba ya prevista una intersección tan cierta cuanto mágica e ineludible, por la que nuestro corazón despertaría de pronto al dulce misterio del amor y sentiría la plenitud de la vida, que sólo se vive una vez, y que había ya alguien destinado a hacerlo realidad.

Alguien sobre quien no razonamos, sino que simplemente intuimos, sobre el que no sacamos porcentajes, sino que sólo quisimos darle ganancias y en el que todos nuestros activos humanos se multiplicaron impensadamente y que paradójicamente enriquecieron a ambos.

Alguien quien con solo mirarnos, no tuvo necesidad de decirnos nada; cuya lumbre maravillosa incendió nuestro corazón y al que cuando finalmente escuchamos, descubrimos que era nuestro horizonte definitivo.

Alguien que nos convirtió en el aire en el hueco de su mano y en quien habríamos de permanecer, naturalmente, como está en los jacintos el color amarillo.

Debe ser maravilloso que desde toda la eternidad una persona hubiera sido creada para nosotros; que su abecedario fuera bordado indeleblemente sobre nuestra alma y que en su sonrisa estuviera reunida toda la poesía del mundo.

Alguien con quien caminaríamos juntos hasta el ocaso; con quien disfrutaríamos de la lluvia fina y la tempestad, que haría una fiesta de cada encuentro alucinado con nosotros y tuviera la fuerza del amor con el que nuestro corazón crearía un vínculo perenne.

Alguien que no viera lo que tenemos sino lo que somos; que dibujara arco iris y estrellas sobre nuestras alas; que sintiera lo que sentimos, se apasionara con lo que nos apasiona y con el que nos comprometiéramos más allá de un "yo" y un "tu" con un "nosotros".

Alguien que aún después de treinta años nos siguiera encontrando seductores; que a pesar del tiempo no tuviera miedo al porvenir, porque sabría que estaríamos juntos; que cuidara de nuestro inexorable declive y amara cada arruga de nuestra piel, cada lunar, cada esperanza.

Alguien que no nos viera con compasión sino con amor, pasión y compromiso; que supiera disfrutar también del afecto hondo y tranquilo; que pusiera una frazada en nuestros pies si tenemos frío y tuviera en su mirada toda la ternura de que es capaz, a pesar de la artritis o el Alzheimer.

Debe ser maravilloso haber descubierto ese nuestro celeste unicornio; caminar con él entre ríos de luna, mirar estremecidos y juntos las estrellas y viajar con las manos unidas hasta allá donde el sol jamás se oculta.

Debe ser maravilloso haber encontrado y atesorado ese ser magnifico y sentir su llamado cada mañana y responder siempre sí; alguien que ame redimir nuestro hastío más tenaz y que a nuestra vez queramos mitigar el suyo; que sea el rosal florecido en el que no importan las espinas; el gozo cumplido y el destino final de todos nuestros sueños.


Y debe ser maravilloso que, más allá del tiempo y el espacio, al cruzar el umbral de la vida terrenal, sepamos distinguir entre la multitud de almas que están en la otra orilla, esa alma gemela que estará ahí, esperándonos, para demostrar así cuan grande es efectivamente la fuerza del amor, y que sintamos en nuestro espíritu inmortal en el alucinado silencio de nuestro asombro redescubierto por ese reencuentro, cuán cierto es que el amor es más fuerte que la muerte.

Rubén Núñez de Cáceres V
De su libro: Para aprender la Vida

sábado, 4 de febrero de 2012

272. Mujer de Fortaleza

Una mujer fuerte o Una Mujer de Fortaleza




Una mujer fuerte hace ejercicios todos los días
para mantener su alma en forma...
Mientras que una mujer de fortaleza se arrodilla a orar,
para mantener su alma en forma...

Una mujer fuerte no teme a nada...
Mientras una mujer de fortaleza demuestra valor en medio de su temor...

Una mujer fuerte a nadie permite que le quite lo mejor de ella...
Mientras que una mujer de fortaleza da lo mejor de si a todos...

Una mujer fuerte comete errores y los evita en el futuro...
Mientras una mujer de fortaleza se da cuenta que los errores en la vida también pueden ser bendiciones de Dios, y aprende de ellos...

Una mujer fuerte camina con pasos seguros...
Mientras una mujer de fortaleza sabe que Dios la ayudara si cae...

Una mujer fuerte muestra en su rostro una expresión de confianza...
Mientras una mujer de fortaleza muestra una expresión de gracia...

Una mujer fuerte tiene fe en que tiene fuerza suficiente para el viaje...
Mientras una mujer de fortaleza tiene fe de que el viaje le hará más fuerte

Autor desconocido

jueves, 2 de febrero de 2012

271. Desganas – Benedetti

Si cuarenta mil niños sucumben diariamente
en el purgatorio del hambre y de la sed,
si la tortura de los pobres cuerpos
envilece una a una a las almas
y si el poder se ufana de sus cuarentenas
o si los pobres de solemnidad
son cada vez menos solemnes y más pobres
ya es bastante grave
que un solo hombre
o una sola mujer
contemplen distraídos el horizonte neutro
pero en cambio es atroz,
sencillamente atroz
si es la humanidad la que se encoge de hombros.

Mario Benedetti