jueves, 12 de agosto de 2010

214. El abeto infeliz

Había un abeto, joven y elegante, que vivía infeliz en el bosque.

Los niños pensaban que era muy bello y les encantaba jugar con él, pero el abeto sólo pensaba en crecer rápido; quería ser un árbol grande para que lo convirtieran en el mástil de un barco y así recorrer el mundo y visitar muchos países.
Después, si se cansaba, le gustaría ser un gigantesco árbol de navidad que lleno de colorido y luces, colocarían en una plaza grandiosa para que todo el mundo lo admirara.

Siempre insatisfecho, era incapaz de escuchar las canciones de los pájaros y no lograba disfrutar con las caricias de la brisa, del sol y de la lluvia. Sólo deseaba que lo cortaran y se lo llevaran, para así huir de esa monotonía.

¡Cómo sufría el infeliz cuando veía que se llevaban a otros árboles del bosque, sin duda menos hermosos y esbeltos que él!

Por fin, un día, llegó un hombre con un hacha, se fijó en él, asintió con la cabeza, lo cortó y se lo llevó a su casa.

Era navidad y allí lo adornaron con luces y bambalinas, y él se moría de las ganas de que anocheciera para relucir, y luego que fuera de día para que los niños vinieran a recoger sus regalos.

Cuando estaba ya fastidiadísimo de esa monotonía de días iguales donde ya nadie alababa su belleza, sintió que un día lo desnudaban de todos los adornos y su corazón empezó a latir de la emoción porque pensaba que lo iban a llevar a conocer otros lugares. Para su tristeza y decepción, lo retiraron de la casa y lo llevaron a un desván.

Le costó mucho aceptar que lo habían abandonado y lloraba desconsoladamente de rabia y de impotencia. Unos ratones intentaron consolarlo, le propusieron ser sus amigos y le invitaron a jugar y a divertirse, pero el abeto infeliz pensaba que él había nacido para algo mucho más importante que jugar con unos pobres ratones y vivía en solitario su desencanto.

Cuando por fin, alguien entró a buscarlo, pensó que lo iban a plantar de nuevo o que lo llevarían a recorrer el mundo, pero lo picaron en pedazos e hicieron con él leña.

“Se acabó, se acabó –pudo quejarse antes de morir-
¡Si me hubiera alegrado cuando aún podía!”

Versión libre de un cuento de Christian Andersen

Con frecuencia, nos pasa como al abeto del cuento. La vida se nos escapa sin empezar a vivirla.
Cuantas Vidas desperdiciadas buscando lograr una Felicidad que ya se tiene pero que muchas veces no vemos.

La verdadera Felicidad consiste en Amar lo que tenemos y no sentirnos Tristes por aquello que no tenemos.

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