sábado, 31 de diciembre de 2011

267. Brindis del Bohemio

El siguiente poema (realmente hermoso) es recitado tradicionalmente desde hace muchos años cada 31 de diciembre a las 12 y pico de la noche, después de las campanadas de fin de año en la Cadena Melodía de Colombia por uno de los periodistas más importantes: Gerardo Páez Mejía (inigualable voz):


En torno de una mesa de cantina
una noche de invierno regocijadamente departían
seis alegres bohemios.

Los ecos de la risa escapaban y de aquel barrio quieto
y al interrumpir aquel imponente y profundo silencio
el humo de olorosos cigarrillos en espirales se elevaba al cielo simbolizando el disolverse en nada la vida de los sueños
pero en todos los labios había risas,
inspiración en todos los cerebros
y repartidas en las mesas copas
pletóricas de ron, whisky y ajenjo.

Era curioso ver aquel conjunto
de aquel grupo bohemio del que brotaba
la palabra chusca la que vierte veneno
lo mismo que melosa y delicada
la música de un verso...

A cada libación
las penas hallábasen más lejos del grupo
y nueva inspiración llegaba a todos los cerebros
con el lirio roto que venía en alas del recuerdo.

Olvidaba decir,
que aquella noche
aquel grupo bohemio celebraba entre risas y evasiones
chascarrillos versos
la agonía de un año de amarguras
que dejó en todos los pechos,
la llegada consecuencia lógica
del feliz año nuevo

Una voz varonil, dijo de pronto...
las doce... compañeros...
digamos el réquiem por el año que ha pasado
a formar entre los muertos,
brindemos por el año que comienza
porque nos traiga ensueño
porque no sea su equipaje
un cúmulo de amargos desconsuelos

Brindo... dijo otra voz...
por la esperanza que a la vida nos lanza
a vencer los rigores del destino,
por la esperanza nuestra dulce amiga
que las penas mitiga y convierte en vergel nuestro camino.

Brindo porque yo hubiese a mi existencia
puesto fin con violencia
el crimen con mi frente mi venganza
si en mi cielo de tu Olimpo el divino
no alumbra en mi una pálida estrella a mi esperanza.

Bravo, bravo, dijeron todos
inspirado has estado, esta noche
y hablaste breve, bueno y sustancioso.

El turno es de Raúl
alce su copa y brinde por Europa
ya que su extranjerismo es delicioso.

Bebo y brindo, clamó el interpelado...
brindo por mi pasado
que fue de luz, de amor y de alegría
en el que hubo mujeres seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron con la frente mía.
Brindo por el ayer que en la amargura
que hoy cubre de negrura
mi corazón esparce sus consuelos
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de goces, de deliquios, de desvelo.

Yo brindo, dijo Juan...
porque en mi mente brote un torrente
de inspiración divina seductora
porque vibren las cuerdas de mi lira
el verso que suspira, que sonríe, que canta y que enamora,
Brindo porque mis versos
cual saetas lleguen hasta las grietas
formadas de metal y de granito,
del corazón de la mujer ingrata
que a desdenes me mata
pero que tiene un cuerpo muy bonito
porque a su corazón llegue mi canto,
porque enjuaguen mi llanto sus manos,
que me causan embelesos,
porque con creces mi pasión me pague
vamos... porque me embriague con
el tibio néctar de sus besos.

Siguió la tempestad de frases vanas,
de aquellas tan humanas que
hallan en todas partes acomodo
y en cada frase de entusiasmo ardiente
hubo ovación creciente
y libación y reír y todo.
Se brindó por la patria, por la flores,
por los castos amores que hacen de un pallar de una ventana
y por esas pasiones voluptuosas que el fango del placer
llenan de rosas y hacen de la mujer, la cortesana.

Sólo faltaba un brindis...
el de Arturo
el del bohemio puro
de noble corazón y gran cabeza
aquel que sin embagues
declara que solo ambicionaba
robarle inspiración a la tristeza...

Por todos estrechados,
alzó la copa frente a la alegre tropa
desbordante de risa y de contento
los inundó en la luz de una mirada,
sacudió su melena alborotada,
y dijo así con inspirado acento:

Brindo por la mujer
más no por esa,
en la que halláis consuelo en la tristeza
rescoldo del placer, ¡desventurados!
no por esa,
que brinda sus hechizos cuando besa
y sus rizos artificiosamente perfumados,
yo no brindo por ella, ¡compañeros!
Brindo por la mujer
pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y que me envolvió en sus besos
por la mujer que me ha roto en mi, la cuna
por la mujer que me enseñó de niño lo que vale el cariño,
exquisito, profundo y verdadero
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y me dio en pedazos uno por uno el corazón entero,
por mi MADRE, bohemios
por la anciana que piensa en el mañana
como en algo dulce y muy deseado
porque sueña talvez que mi destino
me señale el camino
por el que volveré a estar muy pronto a su lado,
por la anciana adorada y bendecida
por la que con su sangre
me dio la vida y ternura y cariño,
por la que fue luz del alma mía
y lloró de alegría sintiendo mi cabeza en su corpiño,
por esa... brindo yo,
dejad que llore
y en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina,
dejad que brinde por mi madre ausente
por la que llora y siente que mi ausencia es un juego letal que calcina,
por la anciana infeliz que gime y llora
y que al cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella
Por mi Madre, bohemios,
por mi Madre
que es dulzura vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida estrella.

El bohemio calló,
ningún acento profanó
el sentimiento nacido del dolor y la ternura,
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura.

Autor: Maestro Guillermo Aguirre y Fierro

(nació en San Luis Potosí en 1887 y falleció en 1949)

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