Si usted aún cree que algún cuento de hadas puede realizarse un
día en su vida; y piensa que los milagros son posibles y suceden a diario, como
la vida misma nos lo enseña y está firmemente convencido que el amor sigue
siendo la única explicación válida que justifica nuestra existencia, usted ha
elegido la mejor parte de sí mismo, ha elegido ser joven de corazón
Si usted piensa que los sueños no están en proporción directa
con los años; que la ternura es un regalo excepcional para todas nuestras
estaciones y que efectivamente, como dice el poeta, lo esencial es
invisible para los ojos y sólo se ve con el corazón, usted ha escogido que
sea éste quien le dé realmente juventud a su vida.
Porque a pesar de que el encanto y la fascinación por las cosas
sencillas parece haber desaparecido de este mundo y nuestra capacidad de
asombro es cada vez menor pues hemos progresado tanto que ya casi nada nos
asombra, y de que el pragmatismo ha invadido nuestros sueños más acariciados,
muy dentro de nosotros mismos seguimos admirando la belleza profunda de la que
el mundo está lleno y la subyugante simplicidad de las cosas que sólo es capaz
de ver quien es joven de corazón.
Si usted todavía cree en la bondad básica de las personas aunque
muchos le llamen ingenuo; si piensa que hablarle a las flores o a su perro y
creer que ellos sienten los diferentes matices de su voz, no es necedad sino
sabiduría; que la naturaleza entera es una parte de usted mismo y percibe sus
emociones; para bien o para mal; que tocar el alma de un niño es tocar el alma
del mundo y acercarse a un anciano es percibir la sabia armonía del universo;
de la que Dios es trasunto fiel, para muchos usted será un ser extraño y un
iluso, pero en el fondo de su alma usted es alguien que no ha permitido que su
corazón envejezca. Porque usted no necesita pintarse el pelo, ni someterse a
cirugías estéticas, ni usar sofisticados recursos cosméticos para mantener
joven la esencia de su vida que es su corazón.
La verdad es que todo ello no le servirá de nada si en cambio
desconoce el poder de una sonrisa, o la fortaleza que le da estrechar la mano
de un desvalido o es incapaz de descubrir el inútil tesoro que supone algo más
que un rostro terso, un cutis, inmaculado y un cuerpo esbelto.
Ser joven de corazón, es entender el valor de una caricia; es
comprender que ciertas cosas, paradójicamente las más importantes, no pueden
tener precio ni medida; es tener la capacidad de descentrar nuestro espíritu
para expulsar de él nuestro egoísmo; es saber dimensionar la dicha que supone
sentirse amado por lo que se es y no por lo que se tiene, y encontrar belleza
donde ya casi nadie la encuentra; es disfrutar la llovizna temprana, la aurora
y el crepúsculo y la magia que se esconde en los girasoles, cosas todas ellas a
través de las cuales adivinamos el verdadero rostro que Dios quiso mostrar a
los hombres.
Ser joven de corazón es vibrar ante el encuentro que se
presiente, aunque no esté en la agenda; es percibir aún en el tiempo y la distancia
el afecto profundo de quien es capaz de sintonizar su espíritu con el nuestro,
es encontrar espacios para lo trascendente en medio de tanta frivolidad y es
darle un sentido a lo que hacemos, aunque pueda ser contrario a lo que el
sentido común de los demás piensa.
Es, en fin, descubrir insospechadamente el privilegio de la vida
que vivimos, no por su lozanía, pues mayo no es eterno, según dijo el poeta,
sino porque en sí misma es una bendición cada uno de sus instantes, aún si son
fugaces y temporales.
Es remar contra la corriente en un mundo que acepta como
verdadero sólo lo que puede ver y tocar sin pensar que, finalmente hasta lo
cierto puede ser comprobado.
En una bella imagen que circuló por Internet, una joven abuela
de 85 años muestra regocijada su recién obtenido diploma de secundaria. En su
rostro jubiloso y su sonrisa plena, muchos captados por la practicidad de la
vida pensaron sin duda en la inutilidad de su esfuerzo. Pero los jóvenes de
corazón verán en cambio el maravilloso destello de esa peculiar satisfacción de
un ser humano que no se dejó aniquilar por la visión utilitarista de quien en
todo quiere ver ganancia y rentabilidad, haciendo a un lado el gozo por
aprovechar el momento.
En realidad, la única asignatura pendiente que nos llevaremos
todos, sea joven o viejo nuestro cuerpo, es el haber o no permitido que nuestro
corazón permaneciera joven, por encima de los muchos o pocos años con que
gloriosamente hayamos sabido disfrutar de la magnifica temporalidad de nuestra
existencia.
Rubén Núñez de Cáceres V.
De su libro: “Para aprender la Vida"
Conclusión: El corazón tiene la edad que nosotros deseamos que tenga!!!
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