miércoles, 4 de julio de 2012

287. Joven de corazón


Si usted aún cree que algún cuento de hadas puede realizarse un día en su vida; y piensa que los milagros son posibles y suceden a diario, como la vida misma nos lo enseña y está firmemente convencido que el amor sigue siendo la única explicación válida que justifica nuestra existencia, usted ha elegido la mejor parte de sí mismo, ha elegido ser joven de corazón

Si usted piensa que los sueños no están en proporción directa con los años; que la ternura es un regalo excepcional para todas nuestras estaciones y que efectivamente, como dice el poeta, lo esencial es invisible para los ojos y sólo se ve con el corazón, usted ha escogido que sea éste quien le dé realmente juventud a su vida.

Porque a pesar de que el encanto y la fascinación por las cosas sencillas parece haber desaparecido de este mundo y nuestra capacidad de asombro es cada vez menor pues hemos progresado tanto que ya casi nada nos asombra, y de que el pragmatismo ha invadido nuestros sueños más acariciados, muy dentro de nosotros mismos seguimos admirando la belleza profunda de la que el mundo está lleno y la subyugante simplicidad de las cosas que sólo es capaz de ver quien es joven de corazón.

Si usted todavía cree en la bondad básica de las personas aunque muchos le llamen ingenuo; si piensa que hablarle a las flores o a su perro y creer que ellos sienten los diferentes matices de su voz, no es necedad sino sabiduría; que la naturaleza entera es una parte de usted mismo y percibe sus emociones; para bien o para mal; que tocar el alma de un niño es tocar el alma del mundo y acercarse a un anciano es percibir la sabia armonía del universo; de la que Dios es trasunto fiel, para muchos usted será un ser extraño y un iluso, pero en el fondo de su alma usted es alguien que no ha permitido que su corazón envejezca. Porque usted no necesita pintarse el pelo, ni someterse a cirugías estéticas, ni usar sofisticados recursos cosméticos para mantener joven la esencia de su vida que es su corazón.

La verdad es que todo ello no le servirá de nada si en cambio desconoce el poder de una sonrisa, o la fortaleza que le da estrechar la mano de un desvalido o es incapaz de descubrir el inútil tesoro que supone algo más que un rostro terso, un cutis, inmaculado y un cuerpo esbelto.

Ser joven de corazón, es entender el valor de una caricia; es comprender que ciertas cosas, paradójicamente las más importantes, no pueden tener precio ni medida; es tener la capacidad de descentrar nuestro espíritu para expulsar de él nuestro egoísmo; es saber dimensionar la dicha que supone sentirse amado por lo que se es y no por lo que se tiene, y encontrar belleza donde ya casi nadie la encuentra; es disfrutar la llovizna temprana, la aurora y el crepúsculo y la magia que se esconde en los girasoles, cosas todas ellas a través de las cuales adivinamos el verdadero rostro que Dios quiso mostrar a los hombres.

Ser joven de corazón es vibrar ante el encuentro que se presiente, aunque no esté en la agenda; es percibir aún en el tiempo y la distancia el afecto profundo de quien es capaz de sintonizar su espíritu con el nuestro, es encontrar espacios para lo trascendente en medio de tanta frivolidad y es darle un sentido a lo que hacemos, aunque pueda ser contrario a lo que el sentido común de los demás piensa.

Es, en fin, descubrir insospechadamente el privilegio de la vida que vivimos, no por su lozanía, pues mayo no es eterno, según dijo el poeta, sino porque en sí misma es una bendición cada uno de sus instantes, aún si son fugaces y temporales.

Es remar contra la corriente en un mundo que acepta como verdadero sólo lo que puede ver y tocar sin pensar que, finalmente hasta lo cierto puede ser comprobado.

En una bella imagen que circuló por Internet, una joven abuela de 85 años muestra regocijada su recién obtenido diploma de secundaria. En su rostro jubiloso y su sonrisa plena, muchos captados por la practicidad de la vida pensaron sin duda en la inutilidad de su esfuerzo. Pero los jóvenes de corazón verán en cambio el maravilloso destello de esa peculiar satisfacción de un ser humano que no se dejó aniquilar por la visión utilitarista de quien en todo quiere ver ganancia y rentabilidad, haciendo a un lado el gozo por aprovechar el momento.

En realidad, la única asignatura pendiente que nos llevaremos todos, sea joven o viejo nuestro cuerpo, es el haber o no permitido que nuestro corazón permaneciera joven, por encima de los muchos o pocos años con que gloriosamente hayamos sabido disfrutar de la magnifica temporalidad de nuestra existencia.

Rubén Núñez de Cáceres V.
De su libro: “Para aprender la Vida"
 
Conclusión: El corazón tiene la edad que nosotros deseamos que tenga!!!
 

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