Algún día, cuando mis hijos hayan crecido
lo suficiente como para entender los motivos que guían a un padre, les diré lo
siguiente:
Te amaba tanto...
como para preguntarte dónde ibas, con quien y a qué hora volverías a casa.
Te amaba tanto...
como para insistir en que ahorraras tu dinero y te
compraras tu mismo tu bicicleta, a pesar de que no
hubiera sido problema que te
la compráramos nosotros.
Te amaba tanto...
como para quedarme callado y dejar que tu mismo descubrieras que tu nuevo amigo
no te convenía.
Te amaba tanto...
como para obligarte a pagar el dulce que
tomaste en la tienda, y hacerte decirle al encargado
"Ayer tomé esto y quisiera pagarle
lo que le debo"
Te amaba tanto...
como para estar "de guardia" en tu cuarto dos horas
mientras lo limpiabas, un trabajo que, por
cierto, debió haber tomado 15
minutos.
Te amaba tanto...
como para permitir que vieras enojo, desilusión y
lagrimas en mis ojos. Los niños deben aprender
que sus padres no son perfectos.
Te amaba tanto...
como para permitir que asumieras la responsabilidad de tus actos, aun cuando el
precio era tal que hacia que se rompiera mi corazón.
Pero, sobre todo... te
amaba tanto como para decir NO aun cuando sabia que me ibas a odiar por
eso. Esas, hijo mío, fueron las batallas más difíciles de todas.
Pero estoy satisfecho de que las haya yo ganado,
porque a fin de cuentas tu fuiste el que ganaste.
Y, algún día, cuando tus hijos hayan crecido lo
suficiente como para entender los motivos que guían a un padre, también les
dirás:
"Te amaba yo tanto..."
Anónimo
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