miércoles, 20 de noviembre de 2013

317. Mi niño

Afirmo decididamente que todos llevamos dentro un niño.
No digo que sólo recordamos al niño que un día fuimos o que añoremos hoy nuestros antiguos juegos infantiles o que nos haga muy bien volver a jugar como lo hicimos en otros tiempos.
Es bastante más profundo.
Los 20, los 30, los 60 años que cada uno de nosotros ha vivido no se han perdido en la nube de los tiempos, no se diluyeron, no se esfumaron, no se  fueron.
Llevamos nuestra historia a cuestas.
Tenemos todos nuestros años encima.
Por eso un hipnotizador nos puede hacer hablar o actuar como si tuviéramos dos años o nos puede hacer gatear por el suelo como si tuviéramos sólo algunos meses.
Entender esto es fundamental.
La edad en que yo recibí más impáctos y en la que hice los mayores aprendizajes, fue mi infancia.
Allí puede estar aún guardado mi llanto, mi susto, mi risa, mi confianza o mi desilusión.
Ese niño no está perdido en el misterio de los vientos. Vive en mí. Por eso, me hace bien, muy bien viajar hacia el niño que llevo adentro.
Es positivo realizar ese viaje para conocerlo bien y compartir con él, para limpiar lo que se manchó, para sanar lo que aún permanece enfermo, y para levantar lo que se pudo haber caído.
Ese niño que sonrió, balbuceó, que grabó múltiples imágenes, que escuchó cosas importantes, que quiso jugar en cualquier parque, que recibió tiernas caricias o que tristemente las extrañó, que gozó la presencia de sus padres o que sintió su abandono; ese niño encantador puede desde hoy ser salvado y rescatado.
¡Así es!
Quiero viajar hacia mi niño para saber cómo se encuentra, qué siente, qué anhela, qué necesita, qué espera...
Lo peor que puedo hacer es silenciarlo, ignorar que existe, o una vez más impedir que diga lo que siente.
Ahora él sabe hablar perfectamente. Él me puede decir con total sinceridad lo que antes no me atrevía o no quería expresar muy claramente.
Lo escucharé con la máxima atención, tendré el valor necesario para oír su llanto o gozar con su sonrisa.
Yo mismo le responderé con todo el amor que llevo dentro; le diré palabras tiernas; lo dejaré jugar conmigo largamente; lo acariciaré con todo mi cariño.
Si ayer le faltó amor, hoy se lo daré con abundancia.
Si alguien lo dañó en el pasado, sanaré en el presente sus heridas.
Si nadie estuvo con él cuando mas lo necesitaba, yo jamás me apartaré de su lado.
Tendrá permiso para reír, para cantar, para jugar, para llorar o para pedir que se le escuche.
Con cuánta razón Jesús nos advirtió que es necesario hacerse niño para poder disfrutar del Reino.
¡Qué triste es la vida de quienes acallan o no escuchan a sus hermosos niños interiores!
Yo me preocuparé de él.
Esto no es un juego; es tal vez lo más serio de todo lo que he dicho y de todo lo que he decidido hacer.
Autor desconocido

La ONU celebra cada día 20 de noviembre, el “Día Universal del Niño”, en conmemoración a la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.

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